2.11.05

Una imagen vale más que mil palabras



La foto la envió a Clarín.com un pasajero del Sarmiento. La sacó con su celular, minutos antes de los incidentes en Haedo. Muestra cómo viajaba la gente en ese tren.

“Esta foto muestra la forma en que se estaba viajando en el momento del descontrol”, dijo a Clarín.com Gonzalo Trancillo, uno de los pasajeros del Sarmiento que ayer se convirtió en testigo involuntario de los disturbios en la estación Haedo. “La saqué con el celular en un segundito de tiempo que tuve en Haedo”, explica. Y agrega: “Yo venía viajando más o menos bien, como se podía, y cuando llegaron a la estación dejaron las puertas abiertas y la gente empezó a entrar.

Este hombre se las arregló y subió al portaequipaje”. Los viajes en tren desde y hacia el Conurbano son, desde hace décadas, un suplicio para los pasajeros. Antes se le adjudicaba la culpa a los entes estatales que lo manejaban. Pero el cambio a manos privadas en la década menemista del 90 sólo agudizó el problema. Las propias autoridades de TBA, concesionaria de esa línea, estimaron que había más de 2.000 personas en el tren donde se desencadenó el estallido popular, cuando la capacidad máxima de cada convoy es de 900 o 950.El servicio del Sarmiento está en manos de Cometrans, cuyo principal accionista es el grupo Plaza-Cirigliano.

Los hermanos Claudio y Mario Cirigliano, una familia tradicional de colectiveros, se quedó con la concesión durante el gobierno de Carlos Menem. Pero no solo controlan el Sarmiento, sino también el Mitre. Entre ambas líneas transportan mensualmente algo más de 9 millones de pasajeros. Y cobran un subsidio compensatorio de casi $ 7 millones mensuales. “Se suele viajar así, gente colgada, apretados…lo que pasa es que hay mucha demora entre tren y tren y la gente quiere llegar a su trabajo”, cuenta Gonzalo. Otra usuaria del servicio, Verónica Salizzi, escribió un mail a Clarín.com donde señala: “ Es innumerable la cantidad de veces que el servicio se encuentra demorado y no hay ninguna explicación al respecto de parte de TBA, sin contar que cuando la demora es extremadamente larga y la gente se empieza a impacientar, de las estaciones desaparecen todos los responsables". “La falta de seguridad es realmente notoria, contando mi experiencia, he sufrido el robo de una cadenita de oro dentro del vagón del tren y el mismo andando en el trayecto de la estación de Flores a Floresta. Al llegar a mi destino, en este caso Ramos Mejía, busque algún personal de seguridad de TBA para contar lo que había pasado y obviamente no había nadie”, agrega. Omar Rey afirma que, para colmo, “cuando llegas a Once tardas más en pasar los molinetes –son escasos en horas pico- que lo que tardas en viajar desde Haedo”.

Fuente: Clarin.com - 2-11-2005

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